Estaba hojeando los titulares el pasado fin de semana cuando un título en particular me llamó la atención: simplemente decía: “Ética situacional.” ¿Realmente hemos involucionado a este nivel de pensamiento? Ética Situacional – ¿En serio? Si alguna vez hubo un oxímoron, es este. Si bien esta frase parece estar siendo reproducida en algunos círculos, mi opinión es que no es más que la última frase políticamente correcta que intenta racionalizar y justificar el pensamiento y el comportamiento incorrectos.
Si el título de la publicación de hoy te parece un poco rígido, te animo a que sigas leyendo y veas por qué la rigidez en ciertas áreas puede ser altamente productiva.
Aquí está la cosa - liderazgo comienza y termina con la confianza. La confianza se construye sobre la base de la constancia de su carácter, y si su ética es situacional, entonces diría que también lo es su carácter. No puede servir efectivamente a aquellos a quienes dirige si no logra ganar y mantener sus confianza. Lo desafiaría a que considere que quienes podría considerar blancos y negros no carecen de sofisticación, sino que poseen una visión clara del bien y del mal. Las personas que muestran claridad y confianza para hacer constantemente lo correcto, independientemente de la situación actual, han alcanzado un nivel de madurez de liderazgo digno de aplauso, no de burla.
Quiero ser claro: el liderazgo situacional o contextual no es lo mismo que aplicar la ética situacional. El primero le pide a un líder que adapte la estrategia o la táctica, mientras que el segundo le pide al líder que adapte el principio: una gran diferencia. Sospecho que aquellos que aplican la ética situacional en su pensamiento probablemente también se suscriban a la teoría del relativismo moral. Creen que cualquier cosa puede justificarse o racionalizarse por la necesidad actual o, peor aún, manipularse para obtener el resultado deseado. Si bien algunos pueden creer que esto constituye un pensamiento correcto, yo creo que constituye un pensamiento defectuoso. Pensar que apoya una mentalidad de medios para un fin es peligroso y, en última instancia, no se debe confiar.
Si presta mucha atención a aquellos que practican la ética situacional, encontrará que son maestros del giro, quienes, aunque a menudo parecen hacer las cosas bien, a menudo no hacen lo correcto.
Las personas que caen en este campo frecuentemente exhiben inconsistencia en su razonamiento y/o posicionamiento. Si bien se describirían a sí mismos como flexibles, fluidos y de mente abierta, mi opinión es que su carácter carece de integridad y se puede influenciar fácilmente. Cuando una persona permite que la opinión popular o las características de la situación definan o reemplacen sus principios, entonces sugiero que su carácter es defectuoso. En pocas palabras, mi argumento sería que si sirves como tu propia brújula moral, tu carácter solo será tan bueno o malo como tu forma de pensar en ese momento.
Fue Ralph Waldo Emerson quien dijo: “El carácter es superior al intelecto”. No podría estar más de acuerdo con Emerson, ya que prácticamente cualquier persona puede desarrollar su intelecto, pero es rara la persona que puede conservar su carácter. Emerson entendió claramente la ley de la escasez al otorgar más valor al carácter. Los líderes empresariales más exitosos de nuestro tiempo han construido su marca personal exhibiendo consistentemente un carácter fuerte sin importar la situación en cuestión. Dejan que el pensamiento correcto, las decisiones correctas y la actuación correcta les sirvan de guía. Si tiene que manipular la verdad o comprometer sus valores para obtener una ventaja, la ventaja no vale la ganancia percibida, ya que cualquier ventaja obtenida con engaño seguramente tendrá un costo muy alto: el sacrificio de su carácter.
¿Tienes que ser perfecto para ser un líder? Absolutamente no, por mucho que algunos no quieran escucharlo o admitirlo, todos tenemos defectos de carácter. La cuestión es que los defectos de carácter no equivalen necesariamente a una falta de carácter: esto no es una racionalización situacional, es un hecho. Todos tenemos grietas en nuestra armadura, hemos tenido fallas en el carácter y, en un momento u otro, hemos perdido la confianza con alguien. Sabemos lo que se siente al lastimar y ser lastimado. El problema no es la perfección o el carácter impecable, sino comprender nuestros defectos y trabajar diligentemente para que sean la rara excepción y no la regla. El verdadero truco consiste en centrarse en cuestiones más importantes que nosotros mismos. Los verdaderos líderes entienden que el liderazgo tiene poco que ver con ellos: son simplemente jugadores que tienen un trabajo que hacer. Para hacer bien ese trabajo, deben enfocarse en algo más grande que ellos mismos, servir a quienes los rodean y no dejar que su ego, orgullo y arrogancia ensombrecer su humildad y empatía.
En resumidas cuentas, si quieres evitar caerte de bruces, empieza por evitar las pendientes resbaladizas.
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