Los líderes no ofrecen, ni aceptan excusas. El verdadero liderazgo exige la personaje para demostrar la responsabilidad personal por las propias acciones, y la coraje para responsabilizar a otros por los suyos. Las excusas intentan ocultar inseguridades personales o profesionales, pereza y/o falta de capacidad. Lo único que logran es distraer, diluir y engañar. Fue Benjamin Franklin quien dijo: “El que es bueno para dar excusas rara vez es bueno para otra cosa”.
El problema al que nos enfrentamos como sociedad es que vivimos en una época en la que gana el que tiene las mejores excusas. Las excusas se han convertido en la regla y el desempeño se ha convertido en la excepción, un comentario triste, sin duda. Sin embargo, la solución es bastante simple: siempre he dicho que la gente dejará de ofrecer excusas en el momento en que aquellos en posiciones de liderazgo dejar de aceptarlos.
Las personas han superado la pobreza, la adicción a las drogas, el encarcelamiento, el abuso, el divorcio, las enfermedades mentales, la victimización y prácticamente todos los desafíos conocidos por el hombre. La vida está llena de ejemplos de personas sin educación, con discapacidades mentales y físicas, personas nacidas en entornos empobrecidos devastados por la guerra, que podrían haber puesto excusas, pero que en cambio eligieron un camino diferente: eligieron superar las probabilidades y tener éxito.
John Wooden dijo: “Nunca pongas excusas. Tus amigos no las aceptarán y tus enemigos no las creerán”. Lo mejor del rendimiento es que obvia la necesidad de una explicación. En estos tiempos difíciles, los líderes ineptos culpan a la economía de sus problemas comerciales, mientras que los líderes hábiles encuentran la manera de prosperar. Desafíos y los reveses son oportunidades para el crecimiento y el desarrollo, no un espacio de permiso para racionalizaciones y justificaciones. Los mejores líderes no solo entienden esto, sino que también se aseguran de que la totalidad de su organización lo practique.
Aquí está la cuestión: las personas cuerdas no esperan la perfección de los líderes, pero sí esperan que los líderes sean transparentes y responsables. Aceptar la responsabilidad de tus acciones o las acciones de tu equipo te hace honorable y digno de confianza, también te humaniza. La gente no quiere a la cabeza parlante de un político como líder, quieren a alguien con quien puedan conectarse y relacionarse. No solo quieren a alguien en quien confíen, sino también a alguien que confíe en ellos.
Una de mis citas favoritas es de Edward R. Murrow; “La dificultad es la excusa que la historia nunca acepta”. La forma más rápida de perder el respeto como líder es centrarse en la óptica sobre la ética. Si está más preocupado por las consecuencias políticas que por resolver el problema, ha fracasado como líder. Aunque la responsabilidad de las decisiones recae por defecto en el líder, la responsabilidad debe ser una cuestión de diseño, no predeterminada. Debe aceptarse fácilmente y no negarse fácilmente: este es el verdadero liderazgo.
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